Publicado por: Hektor
Ciudadano quiteño nacido el 29 de mayo de 1758, hijo de don
Juan Pío Montúfar y Frasso, primer Marqués de Selva Alegre, y de la Sra. Rosa
María Larrea y Santa Coloma.
Por pertenecer a una de las más notables familias quiteñas,
y ser hijo del Presidente de la Real Audiencia de Quito, sus primeras
enseñanzas las recibió en su propia casa, de acuerdo con viejas y tradicionales
costumbres de la gente noble de aquellos tiempos. Posteriormente ingresó al
Seminario de San Luis donde continuó estudios superiores de latín y filosofía,
pero no llegó a graduarse de Doctor porque prefirió retirarse de dicho centro
de estudios para dedicarse a la lectura en la rica biblioteca de su casa, en el
valle de los Chillos.
Adquirió entonces una gran cultura general que le permitió,
en 1777 a ser
nombrado Regidor del Cabildo de Quito.
Años después su personalidad había alcanzado destacada
notoriedad y fue uno de los primeros en expresar su rechazo a la invasión
napoleónica a España.
Desgraciadamente, por efecto de un descuido cometido por el
capitán Juan Salinas, los conjurados fueron descubiertos por las autoridades
realistas y entre el 1 y el 11 de marzo de 1809 fueron encerrados -en
consideración a su condición de nobles- en el Convento de la Merced. Esta
peligrosa situación fue superada gracias a la intervención inteligente de los
complotados que no fueron capturados, quienes lograron robar el expediente que
contenía la información en su contra, por lo que a falta de éste y de pruebas
contundentes, tuvieron que ser puestos en libertad.
Fue por eso que no participó personalmente en la Revolución
del 10 de Agosto de 1809, pero a pesar de esto, consumada la transformación fue
nombrado Presidente de la nueva Junta Soberana de Gobierno.
Como particularmente él -al igual que muchos de los
implicados- no estaba convencido ni de acuerdo con los gestores de la asonada
del 10 de agosto, “desde el 22 de agosto de 1809, o sea, a los doce días del
pronunciamiento revolucionario, ya estaba conspirando por la reposición en la
Presidencia del Conde Ruiz de Castilla; es decir, que estaba creando el caos y
el torbellino en el que luego se vio envuelta la revolución y que la llevó al
fracaso...”
Poco tiempo después, al conocer que el Virrey de Lima José
Fernando de Abascal y Sousa había despachado un fuerte contingente militar para
aplacar la revolución, le envió a este -el 9 de septiembre- un oficio en el que
justificaba su participación en la Junta Suprema, explicando además su deseo de
reponer en la Presidencia de Quito al Conde Ruiz de Castilla. “Con este objeto,
propio de las obligaciones de un fiel vasallo y ciudadano, he procurado hacer
uso de esa confianza que la miro únicamente como interina y provisional,
esperando lograr la ocasión favorable de reponer las cosas a su debido estado,
mediante las providencias que voy tomando de acuerdo con los sujetos más
juiciosos y mejor intencionados, dejando que calme la efervescencia de los
espíritus para poder obrar con toda energía y seguridad, sin peligro de que se
frustren las medidas de prudencia y rectitud, y conseguir en todo el acierto...
El 12 de octubre -dos meses después de haber asumido el
cargo- procedió a entregar la presidencia a don Juan José Guerrero, Conde de
Selva Florida, quien el 25 del mismo mes y año capituló ante el poder español,
y previo a un acuerdo de amnistía en favor de los implicados en el movimiento
revolucionario, entregó nuevamente el gobierno de la Audiencia al viejo Conde
Ruiz de Castilla.
Pudo así librarse de ser una víctima más del sangriento
Asesinato de los Patriotas Quiteños, perpetrado en los calabozos del Cuartel
Real de Lima el 2 de agosto de 1810. Ese mismo año, gracias a la brillante e
inteligente actuación de su hijo el Crnel. Carlos Montufar, que había llegado a
Quito con el cargo de Comisionado Regio, se formó una nueva Junta Suprema de la
cual fue nombrado Vicepresidente, pero ésta, al igual que la primera, también
tuvo una duración muy efímera.
Tres años más tarde, por orden del Gral. Toribio Montes fue
tomado prisionero y enviado a Loja, encadenado y con grillos. El ensañamiento
de las autoridades españolas fue entonces más allá de la prisión, y sus bienes,
haciendas y propiedades le fueron confiscado.
Sus restos mortales fueron depositados más tarde en la
catedral de esa ciudad española.
BIOGRAFÍA
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muy buena informacion.
ResponderEliminarFalto uno, pero es muy buena información para el estudio.
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